Con su ayuda, y sin jugar aún en algún torneo, logré hacerme de una considerable cantidad de dinero con la cual alcazaría para salir de la miseria y jamás trabajar de nuevo en mi vida.
Una ilustración de mi vida antes y después de Pokerstars (por alguna razón el éxito causó mi perdida de cabello)
Apostando a manos gallardas como par de tréboles, avancé hasta las mesas donde se juegan miles de dólares y me mantuve bastante bien, ganando unos cuantos cientos de miles, hasta que los dioses se dieron cuenta de que la vida pintaba muy bien para mí y decidieron hacer algo al respecto, justo antes de que decidiera retirarme e ir a comprar mi jet privado, rasuradora y la camisa de papacito, perfect timing.
En realidad me faltaba la reina, y faltaban 2 cartas por delearse así que mis posibilidades de ganar eran muy buenas. Yo sabía que todos los demás estaban bluffeando, pues porque yo tenía las cartas, así que igualé todas las apuestas, obligando a mis contrincantes a ir all in. Se abrieron las manos, nadie tiene nada, se dió la siguiente carta. Un cinco. No importa incluso si no sale la reina, con un par u otra carta de espada que saliera ganaba y con la suerte que había estado teniendo, era un hecho que saliera.
Por supuesto, la siguiente carta no fue ni una reina, ni de espadas. Un dos. Sí, perdí contra un par de dos. El tipo que ganó inmediatamente dejó la mesa y se llevo consigo, aparte de mis miles de dólares, todas mis esperanzas de recuperarlas en la siguiente mano.
Así que me agüité tomé mis ochenta centavos restantes y me fui a dormir. Sin jet ni rasuradora ni camisa de papacito.
aaronmaiden
En realidad me faltaba la reina, y faltaban 2 cartas por delearse así que mis posibilidades de ganar eran muy buenas. Yo sabía que todos los demás estaban bluffeando, pues porque yo tenía las cartas, así que igualé todas las apuestas, obligando a mis contrincantes a ir all in. Se abrieron las manos, nadie tiene nada, se dió la siguiente carta. Un cinco. No importa incluso si no sale la reina, con un par u otra carta de espada que saliera ganaba y con la suerte que había estado teniendo, era un hecho que saliera.
Por supuesto, la siguiente carta no fue ni una reina, ni de espadas. Un dos. Sí, perdí contra un par de dos. El tipo que ganó inmediatamente dejó la mesa y se llevo consigo, aparte de mis miles de dólares, todas mis esperanzas de recuperarlas en la siguiente mano.
Así que me agüité tomé mis ochenta centavos restantes y me fui a dormir. Sin jet ni rasuradora ni camisa de papacito.
aaronmaiden