Friday, October 30, 2009

Mi Vida Ideal

De niño había visto imágenes de personas trabajando en una linea de producción. Jamás las pude de quitar de mi cabeza. En parte fascinado y en parte atemorizado por la idea. Esas imágenes se instalaron en mi mente y de vez en cuando algún suceso me las recordaba vividamente. Por eso, cuando comencé a encontrar paralelismos en mi vida cotidiana no pude reaccionar de otra manera. Los psicólogos deben tener un nombre para esa clase de reacción. Vamos, el impacto causado por un trauma de la infancia se expone en "El ciudadano Kane", la película más famosa de todos los tiempos, el punch line radica precisamente en el trauma de Charles. Supongo que si Hollywood lo sabe, los psicólogos deben tener un nombre rimbombante para el problema.

La verdad es que una vez que me cayó el veinte, la reacción fue prácticamente automática. Me gusta pensar que cualquier otra persona en mi situación hubiera reaccionado de la misma manera. No se me puede hacer enteramente responsable por actuar de la manera en que lo hice. ¿Verdad?
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Siempre he visionado lo que quiero en la vida, todo está claro dentro de mi cabeza. También, siempre he hecho todo lo necesario para conseguirlo y siempre lo he conseguido. Ya saben el trabajo ideal, la casa ideal, el auto ideal, la familia ideal, viviendo en la ciudad ideal y demás cosas ideales. He tenido que hacer un par de sacrificios que realmente me costaron, y mucho, pero en favor del bien mayor, como ya he dicho, hare lo que sea necesario. Lo que sea.

Supongo que eso fue lo que me llevo a las circunstancias que ocasionaron todo este desastre. Todo comenzó esta mañana. No, de hecho comnezó mucho antes. Yo era apenas un adolescente pendejo, maravillado por las historias del Ché, Fidel y demás compinches. Maravillamiento que desapareció una vez que me di cuenta que las imágenes del socialismo eran atemorizantemente parecidas a las de las líneas de producción, esas de mis traumas infantiles. Decidí en ese momento que de ninguna manera terminaría de así. La idea de pasar todo el día haciendo la misma actividad una y otra vez hasta caer muerto con manos callosas y sangrantes no me pareció muy atractiva. No sé a ustedes. Entonces hice lo más lógico que pude haber hecho en ese momento: Me lancé de cabeza sobre los brazos del capitalismo, adopté gustoso todas y cada una de sus costumbres e hice del dinero mi religión.

Y resultó bien, obtuve mi educación ideal en la escuela ideal, donde conocí a los amigos ideales. Después, el trabajo ideal en la empresa ideal, lo que me llevó a conseguir el auto ideal, la mujer ideal, la boda ideal, la casa ideal que incluye su respectiva deuda vitalicia ideal con mensualidades ideales y que los hijos de mis hijos (todos ellos ideales) terminarán pagando. ¡Diablos!, hasta el perro ideal. Odio a los perros. Bueno, no los odio pero no me agradan. Prefiero los gatos. O las aves. Tal vez un roedor...

Pero bueno, regresando al tema, así, sin problemas, transcurrió mi vida ideal. Hasta esta mañana. Me encontraba yo muy felizmente trabajando en la oficina y, a diferencia de otros días, mis compañeros decidieron callarse por un momento. Momento en el que todo lo que se escuchó fueron teclados, y plumas sobre papel, y que fue suficiente (el momento) para que la visión me llegara como una patada directa a los metafóricos testículos de mis traumas de la infancia. Pude ver claramente la imagen descriptiva del proceso que desarrollamos -es que está pegada en la pared frente a mí. Comencé a extrapolar mis ideas, volteé a mi escritorio viendo los requerimientos que día a día lleno, siempre los mismos. Eché un vistazo a la oficina del jefe y ahí estaba, gordo y desagradable, sudando, rascandose la panza y golpeando su lápiz contra la mesa. Finalmente me levanté y observé a mis compañeros, todos ellos encorvados sobre sus escritorios haciendo una y otra vez la misma actividad. Estaba completa, igual a esas imagenes grabadas con fuego en mi mente, horripilante: Una línea de producción para las clases media-altas. Llena de mediocrdad y conformismo. Todos laborando al ritmo del tambor que golpea un tipo gordo -por alguna razón con máscara de cuero- por encima de nuestras cabezas organigrámicas.

La reacción fue casi inmediata. Una vez que todos regresaron al ruido habitual yo ya sabia lo que iba a hacer. Y lo hice. Ahora escribo esto en los minutos previos a que llegue la policía a arrestarme. Y siendo sincero, lo escribo con el fin de justificarme. Quiero pensar que quién lo lea me comprenderá y no me hará enteramente responsable por actuar de la manera en que lo hice. ¿Verdad?

Aarón V.

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